Hay series que veo solo, y series que veo en compañía de mi pareja. "Dexter" es una de estas últimas. Hace unos días puse punto y final a la tercera temporada, y el veredicto es que sigue siendo una de las mejores producciones televisivas de esta década, muy por encima de "Bones", "C.S.I." y tantos otros seriales que tienen de por medio a asesinos que, a decir verdad, nada tienen que ver con Dexter Morgan y los conflictos que le ocasiona su doble vida.

Pero no quiero hablar de la serie en sí misma (ya debes conocerla en profundidad, supongo), sino del hecho que a mi chica le cuesta aceptar que tras el apuesto y simpático protagonista se esconde un perturbado, un maníaco homicida, un animal sediento de sangre al que le cuesta lo indecible reprimir sus instintos asesinos. Tanto es así que, no en pocas ocasiones -sobretodo cuando Dexter muestra su lado amable-, la ingenua incluso sale en su defensa con un "si es un buen tío...". Yo, lógicamente, me río de su comentario, porque si conociese mínimamente el historial de serial-killers como Ted Bundy o John Wayne Gacy comprendería que, en ocasiones, bajo una apariencia de completa normalidad, habita el auténtico Mal.

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